| ABR 072016 Por desgracia ese silencio es un bloqueo histórico que crea sujetos con olvido y por consecuencia con una perspectiva estática. Y es que en el hábito está insertada la figura de la autoridad que ordena lo que hay que reproducir; es decir un sistema de posiciones en donde está el sujeto que busca desde su niñez o desde su juventud en donde quiere estar en esa pirámide del éxito; porque no estar ahí, es también quedar fuera del círculo de los triunfadores. Por eso la pregunta es ¿qué hemos hecho como profesores?, ¿acaso hemos reproducido sujetos diferentes? o ¿sólo un torrente de energías para seguir un currículo pedagógico que desarrolla lo mismo?. A lo largo de la historia las reformas educativas no han hecho más que crear hábitos de futuro, muy esperanzadores para los participantes, incluso idealizados, con un simbolismo incomprendido pero montados en la creencia del éxito, claro después de subir la larga escalera que la institucionalidad ha puesto como requisito para alcanzar el triunfo. Que desde luego, este no se logra con una sólo explicación, requiere de evidencia en el cuerpo de su desarrollo hasta la propia evaluación, que no tiene que ser sólo del desempeño, sino de las condiciones en que ésta ocurre. Si una reforma educativa no se refleja en la escuela, entonces no es educativa; será en todo caso administrativa; pero insuficiente para leer la realidad con fundamento, porque tratará de superar el enfoque altamente equivocado de una supuesta profunda transformación, porque el capital cultural que se logre, estará dañado por hábitos de reproducción. Para que sea reforma debe mover los cimientos donde se construyen esperanzas e ilusiones, hasta crear el espíritu que lo identifique plenamente como un ser consciente de su libertad. Porque siendo así, podrá leer el cielo desde las matemáticas como lo hizo Galileo; podrá entender la justicia como lo hizo el Generalísimo Morelos; podrá comprender el amor como lo hizo Cristo; podrá dibujar la realidad como lo hizo Dalí o podrá incorporarse a la revolución como lo hizo el Che. Si la reforma educativa tiene el propósito de transformar la conciencia de los niños y jóvenes para que piensen, y a través de ello busquen la verdad, sin alterar al otro en su condición humana, mucho menos agredirlo, entonces sí se puede aceptar que es reforma para superar necesidades del individuo en sociedad, entonces podrá apreciar la música, un poema y desde luego la naturaleza; de otra manera sólo escuchará la música para olvidar sus penas, y buscará la naturaleza para explotarla, mirándola como negocio. Y es que educar es liberar la mente de toda ideología determinista; es lograr admirar lo fantástico sin mancharlo de dogmatismo; es buscar en lo inexplicable su razón de existencia; es en fin deseducarnos de la falsedad e ignorancia que sólo crean seres insatisfechos; pero si podrá entender que el saber lo podrá llevar a conocer, incluso a crear lo imaginario. Por eso, el educado no se cruza de manos, siente que es urgente sembrar, difundir y defender una concepción democrática del quehacer humano. Por eso hoy que regresan los estudiantes a sus aulas, ya no quieren seguir escuchando la misma clase aburrida y tormentosa, lo que quieren es deletrear el infinito para atraparlo, viajar por él y desde luego preguntarle sobre la obra humana como lo hacía el Principito. Es claro que una buena educación estará regida por el anhelo de un mundo mejor sustentado en la ética. Es cuanto. |