| MAY 142016 Muchos de ellos nos acercaron a la historia, a la geografía, a las matemáticas, a la biología, en fin nos vincularon con el misterio de la verdad científica, que no pocas veces nos llevó a pensar en la costumbre y tradición sustentada en la religión y en los falsos argumentos propios de la fantasía o de la utopía. Muchos de nuestros maestros nos llevaron a construir un imaginario de nuestro país, a pensar nuestra nación, a ubicarnos en una geografía del mundo, que pronto supimos en donde estábamos espacialmente. Fueron nuestros primeros maestros, mejor dicho maestras, las que nos enseñaron a descifrar los signos universales de la palabra, para conocer la existencia de seres encerrados en los cuentos, leyendas e historietas; pero también en esos signos nos llevaron a enterarnos de las virtudes y de los vicios. Pocos maestros, con su característica rigurosidad nos llevaron a descubrir los límites de la realidad; a comprender la conducta de los individuos; a conocer a quienes se mueven en el absoluto; a descubrir que los vacíos de virtudes están llenos de egoísmos, simulación, egolatrías y corrupción. Como no recordar a nuestros maestros quien con una sonrisa despertaron nuestro ánimo por la escuela y a descubrir que la voluntad de vivir esta en la mente. Si revisamos con más cuidado, al repasar la historia de los individuos, encontraremos que el maestro, en cualquier circunstancia en que se vinculó con nosotros, siempre nos habló con y de la verdad, por eso, a través de él hemos abierto los ojos de la conciencia y estamos entendiendo al mundo del momento. Pocas veces nos enteramos que el maestro deja a su familia para atender con mayor cuidado el jardín ajeno; pocas veces sabemos que el salario que recibe es insuficiente para cubrir sus necesidades familiares. Casi nunca nos enteramos que también es obligado a desarrollar acciones que van en contra de sus principios. Pocas veces nos enteramos de que está enfermo y requiere ser atendido por buenos médicos y medicinas adecuadas a su padecer. Poco estamos enterados de que pasa horas y horas en la escuela cubriendo horas sin saber si ha comido o no. Pocas profesiones como la de maestro esta tan vinculada con la familia, los niños, adolescentes y jóvenes; por eso el Maestro sabe de la condición humana de los estudiantes, las familias y su comunidad. Sabe que no basta con un examen estandarizado para precisar la calificación de un individuo tan complejo con es el estudiante. Sabe el Maestro que los principios de la ley no son para vigilar y controlar; son para alcanzar los ideales supremos de quienes nos dieron patria. Sabe que la educación es la única vía para desarrollar el pensamiento y la libertad. Y si la educación es eso, plataforma para la construcción de la nueva sociedad, una sociedad más justa, democrática y libertaria, ¿será por eso que al Maestro como facilitador de esta visión, sea que en entorno a esa profesión se elabore toda una paradoja cuyas contradicciones se alineen en obligaciones y derechos?, desde luego a los que hay que revisar con transparencia y fuera de la dimensión del imperativo económico. ¿Será que por eso sea el magisterio el campo ideal para provocar enfrentamientos, cuya acumulación de egos y corrupción de liderazgos moren en un panóptico como ejemplo para distraer la atención de otros movimientos políticos?. Frente a esto y más que ocurre en la sociedad, el futuro de la nación siguen estando en la escuela, por el momento no se podrá sustituir, aunque hay intentos aprovechado el boom de las tecnologías; sin embargo el mundo digital no tiene incluida la parte sensible del maestro que despierta la dimensión constitutiva del individuo. El Maestro ha sido y será el mediador que nos lleve a interpretar la intransigencia y la eficacia. Nos llevará a comprender la deficiente multilateralidad de la información y a gestionar el tiempo; en una palabra, es el maestro quien nos ayuda a hacernos humanos. Felicidades Maestras y Maestros porque siempre están en nuestro corazón y siempre en defensa de la verdad. |