Francisco, hace tres años.

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MAR
01
2019
Teodoro Barajas Morelia, Mich. Hace tres años culminaba la visita pastoral del Papa Francisco a nuestro país, primera que un pontífice de Roma hacía a Michoacán, se cumplieron las expectativas, a secas para algunos comentócratas, acaso porque se tenía contemplado que el mensaje pontificio fuera radical contra algunos de los lastres de la iglesia católica, particularmente contra los pederastas, desviación que ha crecido de manera insospechada para multiplicar los escándalos en una organización antigua y reticente a los cambios.
En Michoacán en una de sus reuniones con jóvenes dijo que la divinidad no los quiere de sicarios, todo lo expresado tiene que ver con los fenómenos virulentos que se registran en nuestra entidad, los signos de los tiempos revelan descomposición que debe combatirse como un imperativo, por razones de seguridad, también de ética.
México es diferente al que visitó Juan Pablo II y Benedicto XVI, la encrucijada mexicana ahora luce en otra dimensión, el éxodo de católicos a otras confesiones de fe no se ha detenido, en Chiapas casi la mitad de su población ya es protestante. Con todo y lo que las leyes vigentes señalan algunos políticos se dan golpes de pecho y menoscaban groseramente al estado laico, demuestran su ignorancia al respecto para dibujar un manto hipócrita cual modernos fariseos.
Millones de mexicanos han emigrado de iglesia en gran medida por la abulia de muchos obispos que decidieron anclarse en la zona de confort y distinguirse por hacer alianza con los poderosos de la tierra, con los explotadores del pueblo, los expoliadores de la riqueza que, en teoría, debería ser de todos y no de unos cuantos que aplican dogmáticamente las leyes depredadoras de un mercado regulado por la usura en el que despachan a manos llenas los especuladores.
Hace tres años el Papa Francisco estuvo en San Cristóbal de las Casas, punto neurálgico de Chiapas en el que se estiló la discriminación como moneda de uso diario, el sitio en que los coletos tuvieron preferencia en detrimento de los pueblos originarios, la región en que los finqueros mandaban cultivar café. Ahí en ese rincón chiapaneco el Papa Francisco reivindicó la praxis que caracterizó al obispo Samuel Ruiz tan satanizado por sus propios hermanos de la curia oficial y de los gobiernos priistas que le endosaban la radicalización del EZLN, ignorando con ello que el problema de raíz es la pobreza.
Quedarían pendientes muchos temas en una agenda dictada por el sentido común, no hubo reunión con los familiares de los 43 normalistas desaparecidos de Ayotzinapa, no se mencionó a los autodefensas presos, no se deploró la suciedad legada por los pederastas; todo ello quedó en la expectativa.
El Papa Francisco es mediático, tal vez los filtros diplomáticos y la consabida prudencia que dictan las prácticas del Vaticano limitan temas o le afecta la dualidad de ser jefe de estado y cabeza de una confesión masiva en el mundo, tal vez. Lo cierto es que para muchos políticos fue el momento para remarca una actitud que toma distancia del modelo juarista de laicidad, es evidente en muchos de ellos el desconocimiento de la historia y la legislación.


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