| FEB 232015 Los hechos están a la vista todos los días. Un caso es la reunión interparlamentaria México ? Unión Europea, los graves errores que señalaron los legisladores europeos. Todavía nuestros legisladores dieron aclaraciones torpes, cantinflescas. ¿Cómo hacer para que se corrijan nuestros servidores públicos? Es cuestión de quieran tener una conducta moral, hacer buen uso de su libertad y cumplir sus compromisos ante la sociedad. ¿Se encuentran tal vez atrapados en su egoísmo y no ven su deber? ¿Han perdido ya tal vez el discernimiento moral y no ven su deber de resolver los problemas para bien de la Nación? ¿Actúan acaso de buena fe? Parecen haber perdido en su mente o en sus hechos los valores universales y eternos, referencia indispensable de la acción humana. Son gobiernos pragmáticos que sólo apuntan al dinero y los bienes materiales. Hace falta el valor fundamental, Dios que da solidez al universo, a la vida y al sistema de valores. Dios da sentido y orientación a la acción humana y al acontecer histórico. La historia del hombre no es profana, como se vive en la teocracia del pueblo de Israel. Dios busca una alianza con el hombre. La historia de Israel es la historia de alianzas. La alianza definitiva la realiza Cristo, la sella con su sangre, con su muerte y resurrección. La alianza tiene muchas promesas: riqueza, dignidad, la herencia definitiva. Lleva a la felicidad integral, total, definitiva en la vida plena e inmortal. Hay que buscar los bienes definitivos. Hay que seguir los señalamientos, el camino, la ley de Dios, los consejos de la perfección en el Sermón de la Montaña. Los gobernantes deben ver con claridad lo que hace bien al pueblo. Pensamos que como seres dotados de sentido común lo ven, se comprometen a buscar el bien de todos, prometen todo el bien para el pueblo. Sin embargo, algo pasa, se dejan llevar por su inclinación al mal y hacen lo contrario de lo que dicen, buscan sus bienes egoístas de poder, dinero y placer y dan la espalda al bien común, a las necesidades de los demás, principalmente los pobres. Caen en las tentaciones del Maligno y cometen la iniquidad, llegan hasta infringir los mandamientos del derecho natural: no matar, no robar, no mentir. El hombre de hoy ha llegado a pensar que en el mundo todo es bueno, sólo existe el bien, ignoran la presencia del mal que es un actor fundamental de la vida social. La alianza definitiva se realiza cuando el tiempo se cumple, en Cristo. En su invitación inaugural clama: ¡conviértanse! Significa que hay que darle la espalda al mal y abrazar el bien. Hay que renunciar a sí mismo, una renuncia que no se entiende en el mundo de la información digital, en la tendencia al individualismo, egoísmo feroz. Hay que imitar a Cristo que dejó su casa del cielo y toda su riqueza y su gloria, y, hecho hombre, vivió desprendido de todo: de los bienes materiales, poder, honores. No buscó la investidura del mando, se escapó cuando quisieron hacerlo rey. Si eso hicieran muchos que aspiran a puestos públicos. No se alió con los corruptos, la banda de los zelotes ni con las autoridades que se apacentaban a sí mismas. Quiso limpiar su mundo de la corrupción, el crimen, el saqueo, desafió las estructuras de pecado de la clase dominante de su pueblo y la maquinaria del mal lo aplastó como a un gusano. Pero este mundo de materia y pecado no es todo, tiene una dimensión olvidada, inmensamente bella y rica, inmortal. El Padre Dios lo resucitó. Se inició un tiempo nuevo en el mundo de materia y se abren las puertas de la felicidad que deseamos íntimamente, del cielo. Con esta visión de la realidad total, se entiende mejor la vida y la acción, sacrificio, se relativizan las riquezas y los bienes de abajo. Se necesita la reforma moral escribía bellamente un columnista esta semana. Para dar la solución que se debe a los problemas, como el de Ayotzinapa, que es uno de tantos. Se necesita renovar al hombre. La metodología está dada por el divino Maestro, el modelo también. La energía la da también Cristo, comparte su vida divina con los auxilios espirituales, la oración, los sacramentos. No es cuestión de mochería, es una cuestión fundamental, vital. Sólo así construiremos un mundo de reconciliación, sin odio. Se cumplirán los promesas de campaña, se buscará el bien de los pobres con el dinero del erario, cesará el odio entre grupos de hermanos y despegará la producción, empezarán las fuentes de trabajo, se pagarán los salarios, los ciudadanos vivirán sin angustia. |