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SEP
19
2016
Juan Ávila Morelia, Mich. Se ha dicho que en una democracia todos somos iguales, y que la libertad y la igualdad no están a discusión, es muy claro el señalamiento que hace el Art° 3 Constitucional "Será democrático, considerando a la democracia no solamente como una estructura jurídica y un régimen político, sino como un sistema de vida fundado en el constante mejoramiento económico, social y cultural del pueblo". Ya Rousseau nos hace ver que "nadie es más que nadie", y Descartes precisara que el conocimiento es la mejor cosa repartida en el mundo. Queda claro en un Estado democrático el recurso de igualación se logrará por la vía de la educación, fuente del conocimiento de la realidad por la vía de la reflexión.

De ahí que la educación se convierta en el eje fundamental para lograr constituir los espíritus avanzados que requiere la sociedad, espíritus que tengan claro que en una democracia no puede haber excluidos, marginados, desiguales y mucho menos esconder prácticas que lleven a riquezas descomunales y a pobrezas desgarradoras.

En un país democrático no se valen los elogios, ese y otros dramas hay que desmontarlos para darle existencia real al espacio público que es el sitio de los ciudadanos, allí es donde se pueden expresar sus razones, manifestar sus intereses, reclamar sus necesidades: hablar y ser escuchados.

Ese sitio ciudadano, que es de todos, es el lugar del poder, ya sea la plaza, el bosque, la calle, el templo, la universidad o la escuela, es claro, allí está el patrimonio de la sociedad, y como tal no sólo se debe respetar; sino privilegiar porque allí se guarda lo propio que nos blinda ante lo ajeno.

Si esos espacios no se protegen de los feudos, estos nos confundirán como lo han hecho desde la independencia, de crear líneas divisorias engañosas que borran la socialización o las orientan a proteger sus intereses, creando rutas engañosas que a todas luces pervierten los objetivos sociales.

Por ello, el Estado democrático está obligado a garantizar que el conocimiento sea accesible a todos sin distingo, que esté disponible en el espacio público o de todos, y ese espacio es hoy la condición digital. De ahí que si la educación pública no robustece a la democracia, el desarrollo de la ciudadanía será más ligera; es decir, menos pensada y más llevada en y a la confusión, así se busca la comodidad fundada en la indiferencia y el cultivo a la libertad engañando al otro; se crean vínculos que sólo sirvan para intereses individuales. Le damos mayor tiempo a la incultura, practicamos las agresiones de y ante todo; no decimos nada ante la inmoralidad de los representantes públicos; cada vez nos desinformamos más disfrazándonos de progresistas; cada vez crece la distancia entre ricos y pobres, a pesar de los nuevos comienzos, practicando lo que criticábamos de lo anterior. Así podemos concretar que si nos hemos engañado de practicar la democracia, también hemos sido los enemigos de la educación pública.

Como dice el filósofo Guillermo Hurtado: "No podemos aceptar el abismo que hay entre las escuelas en nuestro país: la desigualdad educativa es inaceptable. La democracia mexicana no avanzará mientras que algunas escuelas, sobre todo las privadas, cuenten con todos los elementos humanos y materiales para cumplir con su misión y otras, muchas de las escuelas públicas, sean insuficientes en todos sus indicadores. La calidad de la educación debe ser tan buena en las escuelas públicas como en las privadas, en las rurales como en las urbanas, en las Michoacanas como en las de la capital".

No podremos hablar de democracia mientras los avances de México se piensen en lo privado por unas camarillas de políticos fríos, hábiles, calculadores, camaleónicos que se pasan de una pandilla a otra, que presionan al otro para que acepte contra su voluntad el sí de un no rotundo. Mientras nuestro país se siga construyendo en base a convenios, acuerdos, pactos, contratos, concesiones, subsidios y diezmos, seguiremos avanzando en la rueda de lo mismo, y quienes practican esto, son los adversarios de la democracia. Falta un gobierno que esté en el corazón de nuestra historia; sólo así se logrará el derecho al saber.


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