Ejército Mexicano, 100 años de formar héroes
Staff Noticias, 19/02/2013

Ejército Mexicano, 100 años de formar héroes
Morelia, Mich.

Este martes se cumplen cien años del Ejército Mexicano, cien años de formar héroes, hombres y mujeres al servicio de la patria y de las familias mexicanas.

Es el centenario de miles de millones de historias, de anécdotas alegres y muchas otras amargas que fueron vividas por los militares que pasaron por cada cuartel, en las cuales también se narran los momentos crudos donde varios soldados perdieron la vida en cumplimiento de su deber, acción que podría calificarse quizá como el mérito más grande solo por dar la existencia por el prójimo y de luchar por lo que se cree es justo: el bienestar de la población, aunque esto sea poco reconocido por la a veces ingrata opinión pública.

Tal vez solo las familias, los seres queridos y la gente que conoce a estos "Hijos del Ejército" puedan entenderlos, pues aunque parezca trillado la labor de las armas es una difícil tarea que muy pocos logran comprender, ya que en los hombros se carga la responsabilidad enorme de cumplir con el deber sin ningún pretexto y siempre en sacrificio del propio tiempo y hasta de la vida.

En las manos de Dios
Arturo abraza a su hija, le da un beso que quisiera fuera eterno, la mira a sus ojos y le dice: "cuida a tú mami", luego se despide con el deseo de no mirar atrás para que no sufra el corazón, para que no rompa en llanto: "Al verme fuerte le doy fuerzas a ellas, piensa".

Él sabe que la próxima vez que vea a su pequeña puede ser dentro de un mes o más, tal vez crudamente ya jamás vuelva a hacerlo porque la vida de un soldado está como se dice: "siempre a un paso del hoyo".

Arturo es militar, al salir a su trabajo siempre se encomienda a Dios, pues sabe que está en sus manos, mientras camina hacia un destino incierto. En una ocasión junto con sus compañeros se enfrentó a varios pistoleros: "Los encontramos en la carretera, vimos que estaban armados, primero pasó una camioneta, enseguida otra y comenzamos a perseguirlos, los individuos del segundo automotor comenzaron a disparar y ahí se dio el enfrentamiento".

Durante el tiroteo, como si fuera una mala jugada, el arma de Arturo se encasquilló: "mi fusil se quedó trabado, solo escuchaba como pasaban las balas cerca de mí y rebotaban por doquier, eran segundos que parecían eternos, en un breve instante pensé que iba a morir y todos los recuerdos con mi hija y con mi esposa me pasaron por la mente como flashes, así como sucede en las películas".

Precisamente, ya en las manos de Dios Arturo rezó: "Yo creo mucho en Dios, mientras mi arma estaba atascada comencé a rezar y como si fuera un milagro ésta se destrabó. La balacera fue sangrienta hubo más de seis muertos".

El soldado "la libró" y luego de unas semanas volvió a su hogar, dejando atrás aquellas duras escenas y aunque está consciente de que no es fácil, prefiere olvidar y saber que por un instante más tiene la fortuna de estar con los suyos, con lo que más ama en la vida: su hija, pues en la labor militar la fe es una de las cosas más importantes.

El casco milagroso
En cada misión Fernando siempre renegaba por usar su casco: "Es muy pesado e incomodo, más cuando hace mucho calor, pues te azas como si fueras pollo a la leña".

Sin embargo, nunca dejó de usarlo ni desobedeció al mando que les pidió a todos siempre tener todas las medidas de seguridad necesarias para evitar una tragedia durante las encomiendas.

Comenzaba a anochecer, parecía la conclusión de un día tranquilo, sin novedades, la patrulla militar circulaba por una brecha, cuando de pronto un disparo rompió el silencio de la sierra y se unió al ruido de los motores de los vehículos castrenses.

Enseguida vino otra detonación, a la cual la sucedieron muchas más, era ya una emboscada. Los uniformados saltaron de sus unidades y se pusieron a cubierto, de donde repelieron el ataque enemigo. Las balas daban en los cristales y cerca de los soldados que parecían inmutables ante la refriega.

Detrás de unas piedras estaba Fernando, quien disparaba contra los gatilleros que parecían fantasmas al amparo de las sombras y al querer ubicarlos uno de ellos le acertó un tiro justo en la cabeza, tras lo cual el soldado se desvaneció.

Los militares lograron hacer que los maleantes huyeran, pero en el suelo estaba tirado Fernando y todos creían que estaba muerto, su casco se veía claramente penetrado por una bala.

Con rostros de tristeza y coraje todo se acercaron a él, pero luego como por arte de magia se levantó y alarmado dijo: "Qué me pasó", el joven rápidamente se quitó su casco y vio el gran impacto que tenía, pero la ojiva no logró atravesarlo.

El militar volvió a nacer y supo porque siempre era necesario minimizar los riesgos, además de que guardó el casco como un "objeto sagrado" de aquella ocasión para recordar que la vida da oportunidades.

Basadas en hechos reales