El otro Prometeo.Julio Santoyo, 23/03/2025
Morelia, Mich.
Según el mito griego Prometeo robó el fuego a los dioses para que la humanidad lo usara en su beneficio. Zeus lo castigó de manera ejemplar, fue encadenado en el Cáucaso a donde llegaba un águila para devorar todos los días su hígado que por la noche se le regeneraba.
La palabra Prometeo significa en latín previsión. Prometeo es el hombre que prevé, que tiene prospectiva. Por haber robado el fuego y haberlo entregado a los mortales Prometeo es considerado un benefactor de la humanidad, un generador de civilización.
El simbolismo que se oculta en este mito alude al acto en que la humanidad accede al saber, a la ciencia. Prometeo entregó o abrió las puertas del saber a la humanidad para que pudiera entender y actuar en un mundo en el que reinaba la oscuridad y el caos.
Este mito fundacional del saber inaugura una era en la que los saberes son el propósito y el fin para que la humanidad actué sabiamente, con conocimiento y prudencia ante el mundo, tan es así que Zeus terminó perdonando a Prometeo.
Sin embargo, la humanidad hemos rebasado a los dioses en los tiempos presentes. En la actualidad el espíritu original liberador de la ciencia y la tecnología ha sido abandonado y el pragmatismo de su uso ha ocupado el lugar de Dios y Dios ha sido encadenado para que el buitre del placer y la codicia arranque y trague sus entrañas.
El espíritu de nuestros tiempos ha orientado la luz de los saberes no tanto para comprender la complejidad y las interrelaciones del mundo y del mundo con la humanidad o para construir el bien o prever la tragedia sino para hacer de la tierra un gran mercado en donde todo el mundo natural tiene precio. Eficiencia, eficacia, mercado, capital son los valores que rigen nuestras relaciones con el mundo y con los demás.
Hemos echado en el olvido que el planeta, el mundo, es una entidad viva, que se comporta como cualquier entidad biológica singular. En ese sentido el espíritu de nuestro tiempo representa un retroceso frente a los saberes ancestrales que reivindicaban al planeta, a la tierra, como un todo, interdependiente en sus componentes, en donde causa y efecto son procesos circulares, horizontales y lineales.
Prometeo ha sido traicionado por la humanidad moderna. La luz del saber que deseaba que brillara para alumbrar la libertad que emancipa y que al hacerlo compartiéramos esos dones con los dioses, es usado para el propósito contrario, y peor aún para destruir el planeta que cobija y alienta la vida. Pero, no tiene la culpa la ciencia y la tecnología, sino la creencia narcisista del hombre que la usa.
Tal vez los dioses tenían razón al negarle a la humanidad el fuego. Con seguridad estimaban que no sabríamos darle buen uso. Temían, tal vez, que con él calcináramos todo el planeta, como está ocurriendo.
Con seguridad y apremio ha llegado el tiempo para que, con gratitud a este personaje mítico, retomemos el ideal de un saber efectivamente liberador no solo de la humanidad, sino de la vida planetaria, sin la cual no se explica la de la humanidad.
La urgencia por comprender al mundo nos ha llevado a desarrollar la especialidad a niveles portentosos y eso ha ayudado a conocer, hasta cierto punto, cómo funciona en magnitudes pequeñas, pero hasta ahora nos ha hecho falta el saber que nos permita entender el funcionamiento del todo. Para hacerlo se necesita la razón, la intuición y la espiritualidad.
Este saber del todo, nos revelaría la importancia de la relación de una gota de agua con un bosque, con un ser vivo, con una persona, con la cultura, con la psique humana, con una política pública, con el ejercicio de un tipo cualquiera de gobierno. Un saber así nos permitiría ver en el planeta al más grande y maravilloso ser vivo y entender su fenomenología climática y sus reacciones de adaptación planetaria. Nos permitiría entender en dónde estamos parados y qué es lo que viene para todos, y más que nada nos daría la oportunidad de prever y corregir esa relación.
El Prometeo moderno, el que prevé, viendo la fatalidad a la que hemos llegado, condicionaría, atendiendo a sus dioses, que el nuevo fuego sea entregado a la humanidad no como un regalo (lo que se regala termina mal) sino bajo condiciones éticas de uso en donde el respeto y el diálogo espiritual con el planeta sean el hilo conductor de la relación de los saberes con el mundo.
El otro Prometeo, así como pinta el estado de la conciencia humana, nacerá en el tránsito de la crisis climática, cuando lleguemos al punto extremo de no retorno, es decir, cuando los hechos nos griten al oído que el planeta no puede más, que no puede más con nosotros.