Lacandón timado por extranjeros
STAFF IM Noticias, 22/01/2014

Lacandón timado por extranjeros
Uruapan, Mich.

Cargando una mochila llena de sueños, de esperanzas para un mejor futuro de su familia que se quedó allá, en lo intrincado de la selva Lacandona, así salió hace quince días el indígena Kanik, quien habla cinco dialectos y medianamente el español; dos arqueólogos lo convencieron para viajar a Estados Unidos, pero lo dejaron abandonado en la frontera. Ahora regresa a su tierra en "aventones".

En la mochila, ahora trae su ropa típica y los huaraches maltrechos, calza unos modernos zapatos de un señor cura.

Su nombre de pila en español es Genaro Morales Vázquez, tiene 43 años de edad, pero en maya, se pronuncia Kanik, y nos lo escribe en su dialecto; dice que su pueblo se llama Chankalasapote, ubicada en lo intrincado de la selva, pegado a
la frontera con Guatemala, y pertenece a Comalapa (tierra de comales).

Habla cinco dialectos y muy poco el español; dice que desde la infancia, se ha dedicado a la fabricación de cadenas, aretes y pulseras, elaborados con semillas de los árboles que recolecta del suelo, cuando al amanecer de cada día sale a caminar entre la espesa vegetación de la selva.

Conoce la lectura y escritura maya; ha descifrado también muchos signos grabados en muros o rocas. Aunque reconoce que nunca fue a la escuela; en su población no hay.

Hace quince días, llegó hasta su comunidad una pareja, supone que es un matrimonio de norteamericanos, le compraron artesanías, le solicitaron información de la región y le comentaron que eran arqueólogos y les interesaba que los acompañara a los Estados Unidos para descifrar y transcribir unos textos en maya. Ganaría un buen dinero, le dijeron.

También les enseñaría a leer y escribir en maya; firmarían un contrato por tres meses y le pagarían en dólares. Lo pensó y creyó que sería la oportunidad; tomó una mochila y empacó todas sus esperanzas. Vestido a la usanza indígena y sus huaraches, partieron a bordo de una camioneta tipo Van color negro.

Duraron cuatro días para llegar a Agua Prieta, Sonora, le rentaron una habitación en un hotel de mediana categoría, le dijeron que ahí esperara al "coyote" que lo llevaría "al otro lado" y allá le pagarían.

Pasó una semana y nada; sin un centavo en la bolsa; nada que comer.
Desesperado, optó por regresar a su pueblo, donde dejó a su esposa y sus doce hijos en medio de la incertidumbre. Empezó a caminar sin rumbo fijo, preguntando, finalmente, en "aventones" a bordo de trailers y se dirige a Hermosillo, Ciudad Obregón, Los Mochis, Nayariy y Guadalajara.

De igual forma llega a Uruapan la noche del martes 21 de enero; un tráiler lo baja en el libramiento y caminando llega hasta el templo de Cristo Rey para pedir posada; el señor cura desconfía de él y le niega alojo. El sacristán lo alcanza en la salida y le dice que se espera a que se duerma el cura y le da una colchoneta para que pernocte en un cuartucho donde guardan las imágenes rotas o dañadas. Durmió entre los santos, dijo.

Antes de las seis de la mañana, el mismo sacristán lo despierta, le dice que se apure a salir ya que el señor cura podría darse cuenta del engaño. "Tienes que salir aprisa", le dijo.

El sacristán al ver sus ropas roídas y sus huaraches rotos, le dijo que esperara un minuto, fue a otra habitación y llegó con un pantalón de vestir y unos zapatos negros; "ponte esto -le dijo-, al cabo al padre no le hacen falta, tiene muchos y que Dios nos perdone". En su partida del templo, le recomienda vaya a la presidencia a solicitar apoyo.

Así lo hace, se contacta con Luis Ernesto Equihua Rico, regidor de asuntos indígenas del Ayuntamiento de Uruapan, quien escucha la historia y entabla contacto con la regidora Lidia Meriri Gómez, de Palenque, Chiapas. A estas alturas, seguramente irá camino al D.F. y luego hacia la selva, a su hábitat, de donde nunca debió de salir, ni abandonar su familia y su artesanía. De seguir custodiando la selva.