Las Aguadoras y leyenda de La Rodilla del Diablo
Redaccion IMNoticias, 20/04/2025

Las Aguadoras y leyenda de La Rodilla del Diablo
Uruapan, Mich.
Todo era un paraíso en Uruapan. Pero un día, un muy amargo día, voló por toda la comarca la noticia de que el río Cupatitzio se había secado. Los manantiales habían desaparecido. Envidioso el diablo de las alabanzas que se le tributaron a Dios por las bellezas del río, resolvió agotarlo y él en persona se metió en los manantiales para acabarlos.

Los pajaritos se morían de sed; las flores se habían marchitado; el exuberante follaje, antes verde y lleno de lozanía, presentaba ahora el aspecto de algo calcinado. Las jovencitas que iban por agua se volvían con los cántaros vacíos y con los ojos llenos de lágrimas. Ya todos pensaban huir y dejar desierta la población.

Pero Fray Juan velaba por su pueblo. Desde que supo la terrible noticia multiplicó sus ayunos, aumentó sus disciplinas, prolongó sus rezos. Una tarde congregó al atribulado pueblo de Uruapan. Los exhortó a tener fe ciega en Dios, dador de todo bien, y los invitó para que al día siguiente llevasen en gran procesión al lugar donde estaba el río, la imagen de la Virgen Inmaculada.

Toda la ciudad conmovida, se presentó para asistir a la procesión. Abrían éstas los ciriales y la cruz alta; seguían los niños que, sin darse cuenta exacta de los acontecimientos, guiaban sus pasos inocentes hacia el exhausto río. Las mujeres llorosas, enlutadas, entonaban cantos para implorar la misericordia divina. Seguía la imagen de la Virgen, llevada en hombros por las más guapas muchachas uruapenses. Iba en seguida Fray Juan de San Miguel, pálido, con la capa pluvial morada y con el ritual en las manos.

Al llegar a los manantiales, Fray Juan empezó el exorcismo.
Y cuentan las más viejas tradiciones que, cuando el santo religioso hizo el rezo, al caer el agua bendita entre las sedientas piedras, se escuchó una detonación espantosa unida a temblores de tierra y a olores nauseabundos de azufre, y que un monstruo horrible escapó de los veneros. Al pasar frente a la Virgen dobló la rodilla y dejó la huella en la roca dura. Hoy día existe esa huella a un lado del manantial y se le conoce con el nombre de "La Rodilla del Diablo".

Los niños corrían espantados, las mujeres gritaban horrorizadas, todos se sentían presas de un pavor indescriptible por unos instantes.
Cuando pasó aquella horripilante pesadilla, el pueblo, lleno de júbilo, vio con sus propios ojos que nuevamente los manantiales dejaban escurrir el agua transparente; las doncellas, con la sonrisa en los labios, llenaban los cántaros de agua y se los ponían sobre la cabeza, llevándolos en forma tan gentil y garbosa como hoy día lo hacen.

El cauce seco se llenaba de líquido. El Cupatitzio había resucitado por la Gracia del Señor, pues ahora seguía cantando su eterna canción. Desde entonces el Cupatitzio sigue siendo, según su nombre lo indica, río que canta

El Cupatitzio limpio y puro, prosigue su camino bajo un palio bordado de verde, recibiendo la ofrenda de mil flores. Así, en un recorrido triunfal hasta que llega a La Tzaráracua, en donde, en un solo canto, sintetiza todos los que ha entonado. Concierto majestuoso, sinfonía de mil notas nunca oídas, y arco iris de colores insospechados.
(José Zavala Paz. Bocetos de Michoacán. 1953. Extracto de Sergio Ramos Chávez, cronista de Uruapan).

Ahora, este ritual perdura. Doncellas llevan su cántaro adornado con flores y dulces, lo llenan de agua en la Rodilla del Diablo, caminan y bailan desde el Parque Nacional hasta el centro, acuden a misa y luego llevan el agua a sus barrios en donde la distribuyen, como una forma de preservar el río Cupatitzio.