Woody Allen asegura que su objetivo con sus filmes es "entretener a la gente" y piensa que esa es la primera obligación de cualquier director, en sus próximos filmes no descarta filmar en alguna ciudad de Latinoamérica y asegura que la dirección es un oficio en el que aspira seguir trabajando por mucho tiempo.
Tras el turno de Londres, Barcelona y París, ahora no descarta filmar también en Latinoamérica, el guionista, músico y escritor en su última película vuelve a Europa para plasmar una historia que fue escrita especialmente para Roma.
La financiación es lo que le ha llevado en los últimos años a rodar en cada una de las ciudades protagonistas de sus últimas cintas, al conseguir en ellas financiación para sus proyectos, pero el cineasta no tiene la impresión de "vender" sus ideas a quienes ponen los fondos.
"Aceptan trabajar bajo mis condiciones. En Estados Unidos eso no les gusta y no me dan el dinero, pero el resto no lee el guión, no tiene nada que ver, me compran solo a mí", señaló.
Ese acuerdo, subraya, acaba beneficiando a ambas partes, porque Allen consigue con ellos estar en lugares que le "encantan", y los inversores obtienen a cambio el mejor golpe de publicidad posible, pese a que la crítica haya destacado de esos filmes que son poco más que una guía turística repleta de estereotipos.
El neoyorquino, que ha cumplido ya 76 años y dejado para la historia del cine clásicos como "Manhattan" o "Annie Hall", reconoce que quizá no lleve en sus genes lo necesario para realizar una obra maestra.
"Lo he intentado e intentado y creo que a lo largo de los años he hecho buenas películas, algunas normales, otras malas, pero una obra maestra, siempre lo intento y nunca lo consigo, así que después de todo este tiempo empiezo a pensar que quizá nunca vaya a lograrlo".
Ese aparente destino frustrado parece decepcionar más a la crítica que al propio Allen, que dice estar satisfecho con el ritmo que lleva. "Me gusta hacer películas, escribirlas, ir a trabajar por la mañana y estar cada día con Penélope Cruz, Naomi Watts y todas las mujeres bonitas con las que he trabajado", admite el cuatro veces ganador del Óscar, consciente de que no dispone del nivel de "concentración y paciencia" que llevaba a Stanley Kubrick a la perfección.
Tras su última película A Roma con amor, el director mantiene el ritmo frenético que le lleva a hacer prácticamente una película al año, y está ya inmerso en la próxima, rodada en San Francisco. Y después, y sin ganas de parar, cree que volverá a Europa. "O quizá a Latinoamérica", Rusia o China, allá donde su próxima idea, explica, pueda enmarcarse.