ABR 072020 Uno de los lagos de la entidad más bellos, sin lugar a dudas es el Lago de Zirahuén, que significa Espejo de los Dioses; donde se cuenta la leyenda de la princesa Eréndira convertida en Sirena; donde el turismo se daba cita en esta Semana Santa para disfrutar de la naturaleza, la artesanía, la gastronomía y su gente. Ahora luce desolado, pero más, mucho más limpio, la fauna se reproduce y disfruta de la tranquilidad y el nivel del agua ha aumentado varios centímetros, según nos mostraron los lugareños. Sin lugar a dudas que la cuarentena por el Covid-19, ha traídos grandes beneficios a la naturaleza; la contaminación, en todos los sentidos, ha disminuido y con ello, nuestro entorno se renueva. Observar el Lago de Zirahuén desde el muelle, del cerrito colorado, de la parte alta de Agua Verde, es otra cosa en esta temporada de Semana Santa. Gran tranquilidad, una comunión entre flora, fauna, y la naturaleza es pleno. No hay, en estas vacaciones, los cientos de personas, decenas de vehículos con la música a todo volumen en las márgenes del lago, ya no lanzan botellas, botes y bachichas al agua; ese Espejo de los Dioses hace honor a su nombre, esta transparente y los peces salen felices y saltan sobre el agua; los patos prácticamente se habían extinguido y ahora se pasean con sus crías en filas. Algo ha cambiado definitivamente. En el lado Este del lago, había un camino para paseantes y vehículos, en los recientes días, el nivel del agua ha subido y dicho camino ha sido invadido por el agua, ahí se le conoce como la playita. Pero veamos lo que cuenta la leyenda. A la llegada de los españoles a Michoacán, luego de la caída de Tenochtitlan, uno de los invasores se enamoró de Eréndira, la bella hija de Tangaxoán, rey de los purhépechas; la raptó y la escondió en un hermoso valle rodeado de montañas; ahí, sentada sobre una enorme roca, la princesa lloró desconsolada, y sus lágrimas formaron un gran lago. Desesperada y para escapar de su raptor, se arrojó al lago, en el cual, por un extraño hechizo se convirtió en sirena. Desde entonces, por su belleza, al lago se le llamó Zirahuén, que en purhépecha significa Espejo de los Dioses. Dicen los lugareños que la sirena aún vaga por el lago, y no falta quien asegure haberla visto. Hasta hace poco tiempo existía al borde del lago una gran piedra con forma de asiento en la que, se dice, lloró Eréndira. La leyenda está tan arraigada en el ánimo de los lugareños, que hasta hay una pequeña miscelánea llamada "La Sirena de Zirahuén", y es, por supuesto, la más famosa del pueblo. El lago tiene poco más de 4 kilómetros por lado, y una profundidad de unos 40 m en su parte central. En la parte norte se encuentra el pueblo de Zirahuén. Desgraciadamente, el uso de detergentes y jabones con productos químicos muy tóxicos, provocaron una gran contaminación, a lo que se suma la acumulación de desperdicios no biodegradables que son arrojados en las orillas por los visitantes y los lugareños. Cuentan los ancianos del pueblo que antes llegaban muchos patos migratorios, formando parvadas que ocupaban buena parte del lago, pero los ahuyentaron los cazadores y la contaminación. Ahora empiezan a regresar estas aves y sus críos. Dicen los lugareños que aquella mítica sirena aún nada por las aguas del Lago de Zirahuén y que justo antes del amanecer, se asoma a la superficie para encantar y llevarse por siempre con ella a todos los hombres de mal corazón. Quien esto escribe, partió mucho antes del amanecer. |