NOV 202019 Poco a poco los rostros somnolientos empiezan a aparecer por debajo de las cobijas, a asomarse por las tienditas de campaña preguntándole al de al lado si el desayuno está listo: "¡Levántate a ver!", se escucha que le dicen a alguno, "¡Va, yo voy, pero tú empiezas a acomodar las sillas!" Y así, uno organizando a los contingentes para acomodar las sillas que serán el auditorio de artistas y oradores durante todo el día, empiezan a formar una fila india, pues dicen ellos, así se divierten mientras realizan su primera tarea del día. "¡Ya está el desayuno!", grita doña Chelita, una señora que viene de Jalisco, quien ha pertenecido desde hace 30 años a las filas del antorchismo, quien, además, entrega a cada uno de los asistentes su plato acompañado siempre de una enorme sonrisa o algún chistecillo; la fila crece rápidamente, pues el frío de la mañana exige tener entre las manos un rico café de olla recién hechecito, y mientras empiezan a desayunar, los oradores empiezan a calentar motores, se enciende la consola, las primeras melodías del día comienzan a sonar, al mismo tiempo que el aseo se realiza en el plantón, unos barriendo, otros recogiendo la basura, y al fondo uno que otro que al ritmo de la música baila ya con la escoba. Los oradores comienzan a acercarse al templete, y de bajo de él se ve cómo, apuradas, las muchachas se maquillan y se ponen las grandes faldas coloridas para poder interpretar y alegrar a los diferentes públicos. "No queremos moches, los antorchistas exigimos obras y servicios para las colonias más humildes de nuestro país", comienza a decir el primer orador, las caras de los presentes demuestran estar de acuerdo con lo que se les dice, se alcanza a ver campesinos que mientras el orador habla intercambian experiencias de vida de cómo sus cosechas se han visto afectadas. Llama la atención la persona que habla; es un hombre de avanzada edad, viene con ropa de campo y en sus manos se refleja el arduo trabajo por el que ha atravesado toda su vida. El orador responde al nombre de Epifanio Martínez, un campesino de la zona de Zitácuaro, Michoacán, y dice a los presentes que, aunque no los atiendan, seguirán en plantón pues él está seguro de que su lucha es justa y que defiende los intereses de su clase. Los bailarines ya están listos, la música comienza a sonar y el ambiente crece entre el público, los coloridos vestuarios empiezan a aparecer en el escenario, los rostros sonrientes de los jóvenes transmiten esa energía que sólo ellos tienen; los zapateados y las coreografías impactan a los presentes, al finalizar la presentación los mismos jóvenes encabezan una consigna "¡festejando, festejando, también se está luchando!", todos la gritan y las banderas ondean como si fueran las brasas de una antorcha. Al lado del escenario, jóvenes y campesinos pintan unas mantas, como forma de dar a conocer sus demandas, en algunas de ellas puede leerse: "Colima contra el recorte presupuestal", "En Michoacán decimos NO al recorte de la 4T", mantas que fueron pintadas por los mismos manifestantes, una de ellas muestra el logo del Movimiento Antorchista y asombra el detalle con el que fue hecho. La hora de la comida llegó, se da de la misma manera y con el mismo orden que en el desayuno, hoy en el menú hay huevo en salsa roja. Adelaido, un joven que viene del estado de Colima, va corriendo para poder llevar agua a sus compañeras que se encuentran aún ambientando a los presentes con consignas y canciones. Comienza a caer el sol, las cabezas empiezan a quedarse sin sombreros y en su lugar aparecen los balones de volibol y futbol, ¡sí señor, hasta en los plantones los antorchistas practican deporte! Hacen sus propias retas y entre ellos acuerdan que el que pierde paga la coca, las retas juveniles que traen consigo las porras de los asistentes. Son ya las 8 de la noche, la música, poesía, baile y los oradores siguen subiendo a los escenarios, el ánimo nunca cae, los concursos de canto y baile nunca faltan. Llega la hora de la cena?la jornada del día siguiente está a la espera. |