SEP 172021 El especialista en Historia de la Ciencia explicó que, en especial a partir de que nuestro país inició su vida independiente, los gobiernos han sido promotores del desarrollo científico; no se trata de que liberales o conservadores la apoyaran más, todos lo han hecho con diferentes matices. Vega y Ortega Baez comentó: "La práctica científica de hoy se parece mucho a la del siglo XIX en cómo la producción del conocimiento es un factor para el desarrollo económico, social y educativo del país en el siglo XXI. Hoy más que nunca se busca que lo que producimos tenga una repercusión social, abone a la resolución de problemas ambientales, sociales, de género, sociales o económicos". En cada etapa de su vida independiente, los científicos han ofrecido soluciones a problemas transversales que rebasan conflictos y tiempo, por ejemplo, hacer más productiva la tierra en materia agrícola; mayor explotación de los recursos mineros y mantener los naturales; hacer más rentables las minas, la explotación de productos botánicos; es decir, la ciencia está unida, como hoy, a la producción económica, comentó el doctor en Historia por la UNAM. Inicio sin fin En el siglo XVII existía en México y el mundo un grupo pequeño de científicos, básicamente médicos, farmacéuticos, ingenieros mineros y geógrafos. Sin embargo, la mayor parte de la ciencia, como la consideramos hoy, la hacían personas preparadas cuya labor principal era otra, por ejemplo, abogados, profesores y mineros, quienes generalmente pertenecían a sociedades letradas, recordó. Algunos personajes destacados son el ingeniero de minas Santiago Ramírez, quien practicaba la Química y la Mineralogía; y José Mariano Jiménez Maldonado experto matemático e inventor de dispositivos para minas que perteneció al Real Seminario de Minas y fue fusilado junto con Miguel Hidalgo, Ignacio Aldama e Ignacio Allende, precisó el investigador. Otro caso es el de Pablo de la Llave, miembro del clero, reconocido como uno de los principales botánicos del México independiente quien además de elaborar numerosas monografías de especies nativas, participó en las Segundas Cortes de Cádiz, fue diputado en España; con la Independencia se incorporó al gabinete del Triunvirato, además de ser ministro del presidente Guadalupe Victoria. Vega y Ortega Baez añadió que la ciencia se practicaba en la ciudad, ya sea de manera profesional o aficionada, y en las capitales de los estados, sobre todo con el impulso que se dio a agrupaciones de científicos, los institutos literarios y las colecciones científicas, abriendo museos, jardínes botánicos y otros espacios institucionales que produjeron conocimiento nuevo. Especialmente, Guadalupe Victoria firmó acuerdos con Gran Bretaña, Holanda y Estados Unidos, que promovieron la migración a México, y la llegada de capital extranjero para reactivar la agricultura, las minas y la ganadería, donde llegaron practicantes de la ciencia, recordó el investigador. Entre los cambios de la nueva nación, añadió el también biólogo, está el fin del Real Tribunal del Protomedicato (que vigilaba la práctica médica, las boticas, terapéuticas populares de yerberos y parteras), y en 1833 se escinde la Facultad de Medicina de la Universidad para formar la Escuela Nacional de Medicina, que es autónoma. En 1825 se fundó el Museo Nacional y se creó el Instituto Nacional de Ciencias, Literatura y Artes, que reunía a los científicos destacados del país para proponer soluciones a problemas como epidemias, mortandad, cartografía; sin embargo, no prosperó, pero su espíritu sí, reflexionó Vega y Ortega Baez. Otro aspecto que cambió, es la dinámica de los hospitales, pues los que eran para indígenas ya no fueron necesarios. La Constitución de 1824 reconoce que todos los habitantes son iguales, entonces los indígenas pueden ir a cualquier hospital, agregó. A mediados de la década de 1850 se fundó el Ministerio de Fomento que promovía la ciencia y la tecnología, y sobre todo a partir de 1860 se impulsaron las comisiones geográficas, naturalistas, geodésicas, cartográficas, astronómicas, con profesionales o aficionados quienes recolectaban datos del país y formaron parte de proyectos internacionales como la Carta del Cielo. En el último tercio del siglo XIX, con el Porfiriato inició el proceso de bifurcación en el cual las humanidades fueron separadas de las ciencias, se consolidó el control epidemiológico y las condiciones sanitarias, expuso el especialista. En esta época surgieron el Servicio Sismológico Nacional, el Observatorio Astronómico Nacional, la Comisión Geográfico Exploradora, el Servicio Meteorológico Central, el Instituto Geológico, la Comisión Geodésica Mexicana, el Instituto Bibliográfico Mexicano, la Sociedad Mexicana de Historia Natural, la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, instituciones que se mantienen o han marcado la ciencia en nuestro país. Luego de la Revolución Mexicana, surgió la Escuela Nacional de Altos Estudios que después se convirtió en la Facultad de Filosofía y Letras. A partir de entonces se promueven disciplinas como Biología, Antropología, Geografía; se incorpora a las mujeres, sobre todo profesoras normalistas que quieren continuar sus estudios, es un espacio del que posteriormente emergen nuevas instituciones de las que se desprenden la Facultad de Ciencias y los institutos de ciencias, enumeró. Posterior a la Independencia, cada gobierno tuvo un plan relacionado con la ciencia. Todos se apoyan en científicos para que los asesoren, cada uno con mayor o menor éxito. Por ejemplo, Lázaro Cárdenas, debido a su pugna con la Universidad, creó una comisión de fomento a la ciencia y su principal legado es el Instituto Politécnico Nacional, que impulsa la ciencia útil, describió. Los científicos actuales, destacó el filósofo, pertenecen a un legado histórico de generaciones que han practicado la ciencia, con instituciones que hoy tienen una gran fortaleza académica. "Hoy más que nunca es importante que cada uno de nosotros reflexionemos en cómo contribuimos a la solución de ciertas problemáticas desde nuestro ámbito. Debemos seguir con un equilibrio entre este viejo espíritu ilustrado, positivista, revolucionario, para que nuestra producción de conocimiento sea útil a la nación, al país, a la sociedad y la Universidad", finalizó Vega y Ortega Baez. |