Grandes y chicos, acuden a venerar a la "Morenita del Tepeyac"

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DIC
12
2013
Apolinar Álvarez Morelia, Mich.
"Desde el cielo una hermosa mañana, la Guadalupana, la Guadalupana" resuena este 12 de diciembre al interior del Santuario de Guadalupe de Morelia, a donde siguen arribando miles familias enteras para contemplar la imagen de la "Morenita del Tepeyac".

Tal y como lo establece la tradición por excelencia, tanto niños, adolescentes, jóvenes, adultos e incluso personas de la tercera edad, acuden gustosos ataviados con los coloridos y llamativos atuendos de "inditos" y "guarecitas", todos ellos fieles creyentes del milagro de las rosas.

Trensas con listones de colores, múltiples collares brillantes, pulseras artesanales, enaguas pronunciadas y "chapitas" un tanto exageradas, resaltan entre las mujeres de todas las edades que se posan en los pies de María de Guadalupe, mientras que los varones portan calzón de manta, huaraches y "huacalito" los más pequeños.

Centenares de morelianos inician el recorrido a pie desde el principio de la Calzada Fray Antonio de San Miguel, por donde siguen avanzando peregrinos de rodillas como una muestra de profundo agradecimiento a las bondades recibidas o como pago de "mandas".

Música, algarabía y fiesta popular predominan en cada uno de los rincones del "Barrio de San Diego", impregnado del olor a tamales, pozole, enchiladas, pambazos, tacos, papas fritas y las dulces cañas preparadas.

En la entrada del templo, algunas "guarecitas" degustan frutas y golosinas contenidas en sus decorados canastos antes de ingresar al santuario. Uno de los niños caracterizados del indio "Juan Diego" se niega a seguir cargando el guacal sobre sus espaldas y su madre trata a toda costa de mantenerlo impecable.

La señora Bertha Naranjo, vecina de la colonia Prados Verdes de Morelia, acude como cada año en la compañía de su esposo y dos hijos para demostrar su fe a la "Virgen de Guadalupe", a quien atribuyen la sanación total de uno de los niños que padeció una enfermedad considerada como grave.

La familia entera acude cada año con la ropa tradicional indígena, tal y como lo prometieron a "La Morenita" luego de ver sano y salvo al retoño. Alfredo, de seis años de edad, apenas comienza a comprender el significado de su atuendo y la promesa de sus padres.

Una vez en la fachada del templo, los padres persignan a los niños e ingresan de rodillas por el pasillo central del Santuario de Guadalupe, sus miradas se mantienen fijas hacia el altar dando muestra de la manifestación de la fe.



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