ABR 272014 Aun ahora, cuando Juan Pablo II está a punto de ser proclamado santo y una impresionante máquina mediática recupera y reproduce sus virtudes, esa duda permanece. El pontificado de Karol Wojtyla, nacido en la localidad polaca de Wadowice en 1920, fue excesivo en todos los sentidos. Duró 27 años ?de 1978 a 2005? y fue prácticamente retransmitido en directo, desde sus frecuentes viajes ?visitó 129 países? en los que supo conectar con los más jóvenes, a su larga agonía física, pasando por el atentado sufrido el 13 de mayo de 1981 en la plaza de San Pedro y su posterior conversación en la cárcel con el pistolero Ali Agca. Su lista de haberes no es corta. Fue el primer pontífice que visitó una sinagoga y una mezquita y también el primero que, en 1993, durante un viaje a Sicilia, rompió la omertà de la Iglesia y se enfrentó abiertamente a la mafia. Excomulgó, en 1988, al arzobispo integrista Marcel Lefebvre por su radical oposición al Concilio Vaticano II, pero al tiempo atacó sin tregua a los representantes de la teología de la Liberación ?cómo olvidar aquella foto de 1983 mientras reprendía públicamente a Ernesto Cardenal, arrodillado, en el aeropuerto de Managua?. Durante su pontificado, además, el Vaticano se adentró por un callejón poco virtuoso que, tras su muerte, terminó por amargarle el pontificado de Benedicto XVI y cuyas consecuencias aún se sufren. Las luchas de poder entre diferentes facciones de la curia, los escándalos del banco del Vaticano o la falta de atención ?por no llamar tolerancia? al problema terrible de la pederastia se entrelazan ahora junto a sus indudables virtudes y su carisma innegable para ensombrecer la jornada de su canonización. |