AGO 292014 Nacida el 31 de agosto de 1887, Doña Leandra ha transitado por tres siglos, lo que no le impide conversar y tener cierta movilidad, pese a la sordera y las cataratas. Su registro de nacimiento original, si es que lo hubo, pudo haberse extraviado hace 40 años cuando ella migró a Guadalajara (oeste), para vivir con una de sus hijas, explica su bisnieta Miriam Alvear, de 43 años. No es raro que falte ese documento porque el Registro Civil mexicano tiene poco más de un siglo y medio. Becerra vive en una casa propiedad de su nieto Samuel Alvear en Zapopan, municipio de la zona metropolitana de Guadalajara, capital del estado de Jalisco. Su vida transcurre entre periodos de sueño que se prolongan por tres días seguidos y las visitas de la poca familia que tiene en esta ciudad. Su descendencia vive entre Jalisco y Tamaulipas. Suma, hasta ahora, más de 153 personas: 5 hijos, 20 nietos, 73 bisnietos y 55 tataranietos. El próximo domingo, algunos de ellos le organizarán una pequeña fiesta de cumpleaños. Como pudo constatar Efe al visitarla, Doña Leandra busca siempre la mano de quienes se acercan a saludarla y la sostiene fuertemente entre las suyas. En su silla de ruedas y con un rebozo arropando su frágil cuerpo, espera soplar las velas con un sabroso pastel, pues apetito no le falta. "Quiero frijoles con gordas (tortillas)", le exige a Celia Hernández, su nieta política. Extraña ese que es su platillo favorito, pero se conforma con la taza de leche y el suplemento alimenticio que le dan. Por indicación médica no puede ingerir ningún alimento sólido. "Siempre fue de buen diente. Come mucho, como si no tuviera la edad que tiene", afirma Hernández. Como no padece diabetes ni hipertensión, puede darse el lujo de comer chocolates o algún otro dulce que comparten con ella sus tataranietos, cuenta su bisnieta Miriam. Su carácter vivaz y cálido se manifiesta en los arrullos que hace a algunos de sus tataranietos y en las coplas antiguas que interpreta de vez en vez, aprendidas de sus padres, cantantes en Tula. Becerra tenía 23 años cuando estalló la Revolución Mexicana, 82 cuando el hombre pisó la Luna y 113 al entrar el nuevo milenio. Ha enterrado a sus cinco hijos y a algunos de sus nietos. El más reciente murió en 2013. Tenía 90 años. Suele narrar historias de la época revolucionaria cuando, junto con sus hijos, corría a las cuevas cercanas a Tula para esconderse de los soldados que reclutaban a la fuerza a los más jóvenes. Su bisnieta Miriam Alvear afirma que, aunque no lo han podido confirmar con documentos o fotografías, su bisabuela pudo haber sido una de las "Adelitas", las mujeres que atendían y acompañaban a los soldados revolucionarios que lucharon contra el presidente Porfirio Díaz en 1910. Más certeza tienen sus familiares de que conoció al líder insurgente Francisco Villa, que regalaba maíz a la gente, y a Alberto Carrera, un famoso militar revolucionario que le regaló un terreno expropiado a los hacendados tamaulipecos. En las pocas fotos viejas ella aparece siempre con el pelo trenzado, un rebozo, faldas largas y guaraches (sandalias). Pocas son sus pertenencias: una vieja cuchara de plata de 1847, billetes antiguos, unos aretes de oro, un anillo y un viejo reloj de bolsillo con una máquina de tren a vapor grabada. En ocasiones deja volar su mente y conversa con fantasmas del pasado o narra situaciones que la marcaron, como cuando fue empleada doméstica en una antigua hacienda de Real de Catorce, en el norteño estado de San Luis Potosí. También habla de los tres grandes amores que tuvo. Uno de ellos, Margarito Maldonado, luchó en la Revolución y le regaló un rifle que hasta hace poco conservaba la familia. "Siempre fue una mujer que luchó. Cosía ropa, tejía hasta hace dos años, nunca ha dejado de estar activa, por eso creemos que pudo llegar hasta esta edad", concluye su bisnieta. Según la página oficial del Récord Guinness, la mujer más longeva del mundo fue la francesa Jeanne Louise Calment, nacida en 1875 y que falleció en 1997 con 122 años. La misma organización considera que la mujer viva más anciana es la japonesa Misao Okawa, nacida en 1898 y que tiene 116 años. |