OCT 312018 Las creencias personales, la profesión de una religión y el pertenecer a una cultura, forman parte de las bases para que el individuo acepte su propia muerte y viva un duelo sano por la pérdida de un ser querido, concluyeron los investigadores de la Facultad de Ciencias Médicas y Biológicas "Dr. Ignacio Chávez"Jorge Quiroz Pérez; de la Facultad de Psicologia, Judith López Peñazola y del Instituto de Investigaciones Históricas, Juan Carlos Cortés Máximo, durante el Café Nicolaita ciencia al descubierto, que en esta ocasión abordó el tema de "La muerte más allá del 2 de noviembre". Moderados por el filósofo Celerino Felipe Cruz, la charla versó sobre la concepción de la muerte para el pueblo Purépecha y la adaptación de quienes pierden a un ser querido, proceso de duelo que es personal y no tiene un tiempo definido. Para la psicóloga López Peñaloza afirma que de acuerdo a su experiencia, la aceptación de un individuo sobre su propia muerte, es un tema que en México no se asume, ni siquiera se prevee un testamento o la compra de un lote en el panteón, porque se piensa que se va a morir más pronto. Por otra parte, para los familiares del fallecido, dependiendo del grado de familiaridad, la muerte les hace vivir un proceso de duelo, distinto para cada persona, en el que tienen que acostumbrarse a la ausencia del ser querido y modificar su forma de vida, lo cual a nivel de pensamiento y cerebral no es sencillo. El médico Jorge Quiroz, coincidió al señalar que hace mucha falta una educación solidaria entre los mexicanos para pensar que la muerte puede dar vida a muchas personas a través de la donación de órganos. Aunque el suceso de la muerte de un paciente es para el médico parte del trabajo diario, es una esperanza el poder dar vida a muchas personas con la donación. Por otro lado, afirmó que no hay preparación entre la comunidad médica para tratar con los enfermos terminales adecuadamente, para tener un trato humano con ellos y con los familiares, además del tema de dar una "muerte digna" a una persona que no desea morir entre dolores extremos o atado a una máquina que haga las veces de su corazón, los riñones o pulmones, lo cual está legislado en México. Para el historiador Juan Carlos Cortés Máximo, los purépechas dan todo un significado a la muerte, como un evento colectivo, en el que se platica y socializan las condiciones en que dejó de existir el difunto, así como los sentimientos en torno a ello, por lo que se vive un duelo colectivo en la comunidad, ello ayuda a la aceptación de la partida de la persona. En el caso de la tradición del Día de Muertos, explicó Cortés Máximo, luego de que el muerto regresa a la Madre Tierra, vuelve para convivir en el tiempo de cosecha con la comundidad a la que pertenecía. En la preparación del altar de muertos y en la decoración de las tumbas participan no sólo los familiares directos, sino los padrinos de bautizo, confirmación y velación, la comunidad entera vive una fiesta por una nueva reunión en la que se hace presente no sólo en la mente, sino de manera real, el fallecido. En otros casos, la muerte se concibe como un acto de justicia, ya que sin cometerse un homicidio, la comunidad piensa que la persona robaba o no se adaptaba a una vida pacífica, porque esta vida no era para ella, por lo que al morir, vuelve "a la madre Tierra" a encontrar en el inframundo un lugar donde encuentre la paz. En la sociedad moderna, la muerte también es un castigo para el criminal, añadió el moderador, doctor en Filosofía, Celestino Felipe Cruz, en donde se priva de la vida mediante ejecución a criminales; o bien se comenten genocidios y guerras por motivos de discriminación social, religiosa y diferencias políticas. |