El padrino neoliberal.Julio Santoyo, 24/02/2025
Morelia, Mich.
¿Quién apadrinó el crecimiento imparable de los cultivos ilegales, extensivos y extractivos en Michoacán? No es propiamente una persona o un grupo empresarial identificado con un nombre o una razón social. Atrás de ello hay algo más grande y poderoso.
Ese algo es el mercado, pero no el mercado tradicionalmente conocido, regulado, proteccionista. Es otro, el tipo de mercado que prosperó desde la década de los ochenta y que en las posteriores fue adoptado por la mayoría de las naciones del mundo a través de un proceso conocido como globalización.
Un tipo de mercado que reivindicó como característica principal, en su versión moderada, el minimalismo estatal regulatorio y como cualidad extrema, la más deseada, la desregulación total y agresiva. De ahí la frase que se hizo tan común: las leyes del mercado deben regularlo todo. Lo que ha tenido efectos en el sistema jurídico de las naciones y ha sido fuente de todo un pensamiento económico y político.
Esta tendencia económica ha sido reconocida con el nombre de neoliberalismo. Al paso de los años esta dura doctrina ha dejado daños económicos, políticos y de injustica social regados por todo el mundo. Daños que han servido de motivación objetiva para erigir doctrinas críticas y alternativas a este modelo que se considera aberrante, bárbaro en sus consecuencias sociales y destructor del medio ambiente.
A mediados de la década de los noventa México ingresó al Tratado de Libre Comercio, abriéndose así el acceso al mercado comercial más grande del mundo y otorgando una oportunidad hasta entonces inexistente a mercancías producidas en el país que se consumían en el modesto mercado nacional.
La producción agropecuaria fue favorecida por la apertura de ese mega mercado y dentro de la gama de sus productos, el aguacate y las frutillas terminaron siendo los frutos más exitosos.
El crecimiento de los cultivos de estos productos en Michoacán ha sido vertiginoso pero avasallador, la demanda del mercado lo ha sido todo. La estrategia con la cual se han expandido y crecido su valor en el mercado ha sido congruente con la doctrina neoliberal. Han pasado por encima de las regulaciones que las leyes mexicanas tenían previstas para contener la deforestación, el cambio de uso de suelo o la extracción no sustentable del agua.
Que el mercado sea el que lo regule todo, es el mandamiento doctrinario, que, en el caso de estos productos, ha sido aplicado a pie juntillas por los empresarios y tolerado por los gobiernos del país durante tres décadas, de ahí viene la fiebre por el oro verde.
Los productos no solo han ocupado decenas de miles de hectáreas de bosques y de tierras antes dedicadas a cultivos de maíz, sorgo y trigo, y han ocupado otro tanto de bosques; se han apoderado, por el camino de la privatización brutal, de cantidades desmesuradas de agua y han arruinado la existencia de ecosistemas como no se había visto nunca antes.
El mercado lo gobierna todo. Si el mercado pide más aguacate o más frutillas entonces se deforestan más bosques y se capturan más ríos. No importa que se estén violando la Ley de Aguas Nacionales, la Ley General del Equilibrio Ecológico y la Protección al Ambiente, la Ley General de Desarrollo Forestal Sustentable, o la Ley General de Cambio Climático; no importa que se rompan los equilibrios de sustentabilidad y sostenibilidad.
El mercado manda y las instituciones gubernamentales han terminado como entidades funcionales y por ello legitimadoras de estos procesos de devastación. El mercado y el extremo interés privado, hasta ahora, han terminado imponiéndose a lo largo de 30 años. Es como si nunca hubieran existido leyes que regularan y frenaran el crecimiento caótico de estos sistemas productivos.
Pero esta manera de operar es perfectamente congruente con la doctrina neoliberal del poder regulador del mercado. Debe entonces decirse, por sus hechos, que los gobiernos han sido creyentes y operadores de la teoría neoliberal, o sea, han sido operadores de un modelo económico neoliberal muy claro.
Sorprende entonces que los gobiernos mexicanos desde 2018 se reivindiquen como enemigos jurados del neoliberalismo y tengan para ello una ideología que pregona el fin del mercado como regulador absoluto; sorprende porque en la vida real no han hecho gran cosa para detener el poder atroz del mercado como único regulador del crecimiento aguacatero y frutillero permitiendo que el ecocidio, que tomó vuelo en la década de los noventa, continue con eufórico vigor pisoteando la constitución y las leyes que tenemos para regular y proteger al medio ambiente.
La producción aguacatera y frutillera tienen un padrino muy musculoso que los ha llevado de la mano por la senda exitosa del caos y la destrucción que hemos visto, ese padrino es la doctrina neoliberal del mercado que ha tenido la fuerza para someter incluso a quienes ―¡qué evento tan penoso!― son ideológicamente detractores de ese neoliberalismo.