MAR 302016 Garibaldi Pineda Mejía. Tanto en la vida del ciudadano común y corriente como en la de un gobernante, existen compromisos que cumplir, cuentas que saldar, deudas que solventar, lo que resulta perfectamente entendible. Además, para los hombres bien nacidos, la única manera de finiquitarlos es cumpliéndolos. Pero resolverlos orillando a la sociedad a un riesgo innecesario, resulta, en mi opinión, una ligereza, cuando no un acto verdaderamente temerario. Me referiré, señor Gobernador, al único sector que conozco: el de la salud. En el año 2022, la Escuela de Salud Pública de México (hoy Instituto Nacional de Salud Pública) cumplirá un siglo de trabajo ininterrumpido. Nació como respuesta a la necesidad de formar profesionales expertos en el campo de la Salud Pública; esa rama de la medicina que tiene a la comunidad como paciente y a la prevención de las enfermedades como una de sus más valiosas metas. Si asumimos que cada año, egresan 80 médicos sanitaristas, en sus aulas han abrevado, por lo menos, entre siete mil y ocho mil sanitaristas; de ellos es probable que cerca de la mitad sean latinoamericanos. Allí se formaron los que en México erradicaron la viruela y son egresados de ese Instituto los médicos que plantean las políticas de salud del país. Estará usted de acuerdo en que la salud de los michoacanos debe ser vigilada por los profesionistas con los estudios especializados correspondientes. Lamentablemente, en su aparato gubernamental no es así. Y sólo me referiré a la Jurisdicción sanitaria más importante del estado: la número uno, con sede en esta ciudad capital. Usted sabe que está en manos de un odontólogo, a quien, dicho sea de paso, jamás he visto. Se trata, seguramente, de un alumno brillante y hasta de un sobresaliente facultativo en el área de la odontología. Pero no hay comparación entre atender pacientes con problemas dentales y encarar los problemas sanitarios de una comunidad. Existe una gran diferencia entre afrontar un brote epidémico y corregir desviaciones dentales u obturar molares. El haber asistido a las aulas de una facultad de Odontología a nadie capacita para dar seguimiento a un estudio de cohorte o dirigir una campaña de vacunación. Sin cursar formalmente la maestría en Salud Pública nadie tiene las herramientas necesarias para dirigir una campaña de prevención específica o de detección oportuna. Limpiar esmaltes, y aun realizar intervenciones quirúrgicas sobre el aparato bucodentomaxilar, no garantiza saber identificar riesgos que amenazan a una sociedad. En suma, el ser amigo de un funcionario no es una patente de corso para deambular por los terrenos harto peligrosos de la salud pública. Si no existieran profesionales de la salud pública, una nominación como la que comento podría explicarse, si bien no justificarse, pero no es el caso. En Michoacán existen expertos en el campo de la salud pública altamente calificados, pero están relegados a los segundos patios de los edificios, en funciones de cafeinómanos o de secretarias de segundo nivel. ¡Qué tristeza da ver desperdiciada su capacidad profesional! Si de muy poco le van a servir los estudios odontológicos al directivo cuando aparezca un brote de una enfermedad transmisible, de mucho menos le servirá al Estado las justificaciones que pretenda ofrecer. La salud de los michoacanos está de por medio. Y creo que merece una atención más profesional. Señor gobernador: Hicimos cuanto creímos que debíamos hacer para que usted fuera el gobernante; pero eso no nos obnubila el entendimiento para no comentar lo que sabe todo mundo, pero nadie, ni autoridades sanitarias, ni empleados de menor rango, se atreven a decir. Creo que atender la salud comunitaria es algo mucho más serio, que atender una solicitud de un funcionario. |