| OCT 122025 La magnitud de la actividad comercial que México realiza con estos países implica la mayor parte de la actividad productiva industrial y agrícola de nuestra nación. La manera en cómo se produce determina el daño o la conservación de bosques, aguas y ecosistemas. Que los resultados de estas negociaciones puedan no ser favorables para la agenda ambiental mexicana son una preocupación derivada del rechazo del gobierno trumpista a la agenda ambiental global que lo ha llevado a promover el uso extremo de energías fósiles, por ejemplo. Hasta ahora, la vigencia del capítulo 24 del T-mec, que contiene las normas y compromisos de las tres naciones para el cuidado del planeta, ha frenado hasta cierto punto la voracidad ecocida de las empresas que han tenido que asumir, por ejemplo, algunos estándares básico para la sostenibilidad. No hay seguridad siquiera de que los contenidos de este capítulo 24 sean retomados como criterios marco para el nuevo acuerdo comercial, mucho menos que tales criterios sean ampliados para dar como resultado un acuerdo comercial orientado por una agenda ambiental de vanguardia mundial. El gobierno de la república que ya ha anunciado la apertura de mesas de consulta que servirán de referencia para abordar los contenidos de el o los acuerdos están obligados a una consulta semejante que dé forma y orientación a un nuevo pacto ambiental bajo el cual se desarrolle el comercio para los próximos años. La importancia de que una consulta así ocurra es vital para el futuro de eso que solemos llamar recursos naturales, categoría economicista en la cual caben los bosques, las aguas, las especies, los mares, los ecosistemas, el aire y el clima. Si el acuerdo es empujado por la ideología del negacionismo trumpista sobre el cambio climático estaremos entregando esos "recursos" a prácticas extractivistas ajenas a toda prudencia ecológica. La necesaria consulta tendrá que tomar como punto de partida lo ya establecido en el referido capítulo 24 y desde ahí ampliar la agenda a asuntos más profundos en términos de sostenibilidad, sustentabilidad y previsiones de justicia climática; deberá consultarse la urgencia de incluir mecanismos más claros y eficaces en materia legal para prever y sancionar las prácticas productivas y comerciales que ocasionen daños ambientales. La obligación de que todo producto contenga la trazabilidad ambiental y en su caso un sistema vigoroso de certificación ambiental contribuirá a que las empresas actualicen sus sistemas productivos incluyendo normas y tecnologías que lo hagan posible, otorgando así certidumbre para el desempeño de la economía futura de nuestro país. Tales normas, como lo debe establecer el o los nuevos acuerdos comerciales, deben ser aplicadas en ambos lados de la frontera. México no debiera consumir productos que se originen en procesos productivos que han dañado bosques, aguas, tierras, especies, contaminado o afectado el clima. El capítulo 24 del T-mec y su contenido ambiental será, con seguridad, uno de los asuntos que mayor controversia ocasionen con el gobierno estadounidense, no así con el de Canadá más empático con la defensa ambiental. Dada su bilateralidad o trilateralidad, el cuidado ambiental supone compromisos en el comercio y la producción de las naciones implicadas y ello será tomado como limitante por el gobierno de Trump, que asumirá tales contenidos como un freno para el comercio de sus productos a cuyas empresas les ha recomendado practicas antiecológicas. Para el gobierno de México la defensa de sus ecosistemas debe ser inclaudicable. A diferencia del uso banal del concepto de soberanía, como suele hacerse a través de la propaganda gubernamental, la defensa de la "soberanía" en materia ambiental es inobjetable, viva y arraigada en el espíritu de los mexicanos vinculados con la tierra y sus fenómenos biológicos. Defender en los nuevos acuerdos comerciales la agenda ambiental, tierras, aguas, bosques, mares, especies y ecosistemas, es y será la acción más congruente de la defensa de la soberanía. Si en este punto la negociación con Estados Unidos es débil y falla a la hora de redactar el nuevo capítulo ambiental entonces México habrá perdido la batalla por la soberanía y habría entregado a la voracidad extractivista los "recursos" de la nación. |