| ABR 212025 Nos duele el alma. El Papa Francisco abandonó este mundo, pero jamás dejará nuestros corazones. Jorge Mario Bergoglio –un argentino que ya está en la Historia, con mayúsculas– falleció a los 88 años en este lunes 21 de abril, justo un día después del Domingo de Pascuas. Se lo llora en todas las latitudes, con consternación, y se lo despide con la mayor admiración posible. Su huella será imborrable. Respetado universalmente, el papado de Jorge Mario Bergoglio siempre será recordado por su incondicional amor por los humildes y los postergados, por su incomparable vocación de servicio y por su entrega a las causas más nobles. Lo había asumido el 13 de marzo de 2013 y, desde entonces, su liderazgo tuvo la impronta de los elegidos. Socio honorario de nuestro club, su pasión por San Lorenzo siempre nos conmovió especialmente, y nos une en un constante rezo por su alma. Desde niño, los colores azulgranas lo cautivaron, por mandato familiar: su papá, Mario José, practicaba básquetbol en Avenida La Plata. Desde su hogar en Flores aprendió a amar al Ciclón. Y disfrutó en el Viejo Gasómetro de aquel equipo emblemático, campeón en 1946, que en su delantera contaba con Armando Farro, René Pontoni y Rinaldo Martino. Su idolatría por René no tenía par. Siempre cercano al club, supo oficiar una misa en la capilla de la Ciudad Deportiva, cuando ya era arzobispo de Buenos Aires (cargo que había asumido en 1998) y le dio el sacramento de la Confirmación a varios pibes de la pensión: entre ellos, Angelito Correa. Y festejó con nosotros cada logro, con una enorme generosidad, recibiendo a las delegaciones que lo visitaron en el Vaticano durante estos años de papado. El año pasado, por caso, recibió a nuestro presidente, Marcelo Moretti, quien le hizo oficial la propuesta de que el futuro estadio de Avenida La Plata lleve el nombre de "Papa Francisco". Emocionado, el Santo Padre aceptó sin dudarlo. Fue un actor fundamental de la vida institucional argentina, hombre pensante, abierto, culto y absolutamente comprometido con sus convicciones y visión del mundo. Y un sanlorencista que nos llenó de orgullo, difundiendo esta maravillosa pasión en toda ocasión que se le presentó. ¡Hasta siempre, Padre querido! Y gracias por dejarnos tu ejemplo. |