ABR 122024 La última vez que Novak Djokovic pisó las semifinales del Rolex Monte-Carlo Masters la vida era bien diferente. El serbio no había ganado Roland Garros, la cima del tenis sobre tierra batida, su colección ATP Masters 1000 estaba incompleta, lejos del histórico palmarés actual, y entre sus principales rivales del año aparecían nombres como Roger Federer, David Ferrer o Tomas Berdych, figuras que ya completaron su servicio en el ATP Tour. Este viernes, casi una década después, el balcánico cruzó un umbral de enorme significado personal sobre la arcilla del Principado. El No. 1 mundial se colocó en la penúltima ronda del torneo tras dominar un partido agitado ante Alex de Miñaur, derrotando por 7-5, 6-4 al australiano sin el brillo habitual en sus golpes. La fluidez que le ha encumbrado a la leyenda dejó paso a otro tipo de victoria, marcada por la gestión de la tensión y el dominio de las emociones hasta completar el objetivo. "Ha sido complicado para ambos. Es uno de los jugadores más veloces del circuito, capaz de devolver pelotas que el 99% no lograrían", reconoció Djokovic. "No me ha sorprendido con esos passing shots. Especialmente en el segundo set cuando estuve con rotura de ventaja". "Me ha dicho en la red que ha sido un partido feo. Creo que el segundo set lo ha sido. No hemos jugado a gran nivel y cometimos muchos errores, con bastantes roturas de servicio. Quizá sea algo esperable en tierra batida, aunque no tantas. Pero una victoria es una victoria, así que me alegra haber clasificado". En un escenario de habituales curvas, Djokovic se encontró con un jugador repleto de fe. La Court Rainier III observó la salida en tromba de De Miñaur, convencido de sus opciones tras derrotar al serbio en la United Cup el pasado mes de enero. La falta de hazañas sobre arcilla, con apenas un triunfo Top 20 en su historial, no amilanó los ánimos del aussie en busca de la sorpresa. |