El Carácuaro, río y cuenca que agonizan

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JUN
19
2024
Julio Santoyo Morelia, Mich. Desde hace por lo menos seis años los colectivos ambientalistas de Madero hemos venido advirtiendo que la extracción voraz de aguas y el ilimitado cambio de uso de suelo para alumbrar cultivos aguacateros rompen el equilibrio ambiental de la microcuenca Porúas, San Pedro, Etúcuaro, el Capulín, Curucupatzeo y Carácuaro.
En todo ese tiempo se han hecho innumerables denuncias por cambio de uso de suelo, que supone incendios provocados, retiro de la cubierta vegetal, daño a las zonas de infiltración hídrica y destrucción de manantiales activos. En todos los casos, hasta la fecha, no se ha recuperado una sola hectárea de bosques perdidos. No ha habido justicia ambiental.
El avance de la deforestación ha sido tal que la microcuenca ha entrado en una espiral de degradación constante cuyos efectos han sido, entre otros, la insostenibilidad de los plantíos en los términos en que hasta ahora sobreviven y una creciente tensión social por el acceso al agua de los pobladores que viven en estos lugares.
Lo más grave es que esta espiral ecocida ha continuado a pesar de la sequía. La proliferación en esta temporada de incendios provocados se incrementó notablemente. Y como ha ocurrido en años pasados ya se están desmontando los predios, para, con seguridad plantar aguacates.
La contribución de prácticas ecocidas a esta espiral, promovidas por cultivadores ilegales de aguacate y saqueadores de agua, es identificable a simple vista en la sierra maderense. Sin embargo, el efecto bumerang, o si se le quiere llamar "karma ambiental", se ha venido agudizando al paso de los años sin que esto motive a detener la destrucción. Lo injusto de este "karma ambiental" es que el daño mayor es para los pobladores y el muy menor es para los productores.
A finales del mes de abril en Villa Madero se alcanzaron acuerdos con autoridades, pobladores y pocos productores para que dejaran correr el 80 % de los caudales y solo tomaran el 20% para que no murieran los sistemas productivos. Se les hizo un llamado público para que por conmiseración, compasión y por piedad dejaran correr el agua. No obstante, el acuerdo fue rebasado a los pocos días porque la inmensa mayoría de productores siguieron acaparando el agua y la población de tierras abajo se quedó, como lo ilustran las fotografías de aquellos días, sin una gota en los ríos.
El retiro de casi 100 bombas de los causes de los ríos, llevado a cabo por operativos de la Conagua y la Guardia Nacional, permitió que el agua llegara otra vez a las poblaciones bajas y a Carácuaro. Existen imágenes que lo constatan. No obstante, a los pocos días la respuesta de la mayoría de los productores fue la de poner otras bombas y de nueva cuenta secar el río.
Hay quienes argumentan que si el agua ya no corre por el Carácuaro es por la sequía y en parte hay razón en ello, pero lo cierto es que, si bien la sequía forma parte de los síntomas, la realidad es que la magnitud del saqueo es brutal y desborda las capacidades regenerativas hídricas de toda la microcuenca. Es decir, el agua que genera la microcuenca ꟷque no es muy grandeꟷ ya no alcanza para satisfacer del consumo demandado por el consumo humano, tradicional y mucho menos los cultivos a gran escala.
Mejor dicho, el cambio de uso de suelo, los incendios forestales, el abatimiento de la cubierta vegetal, la tala ilegal, la existencia de más de 850 hoyas captadoras de las aguas que escurren de las serranías, el crecimiento desaforado e ilegal de cultivos aguacateros, la expansión desmedida de cultivos de frutillas, todo esto, son los síntomas de la gran enfermedad, esa enfermedad se llama ¡colapso ambiental!
La microcuenca ya no puede con más cultivos extensivos, ya no aguanta más cambios de uso de suelo, ya no soporta que le expriman más agua, porque lo que sigue es degradación ecológica y conflictividad social.
A pesar de que en pocos días llegarán las lluvias estas solo resolverán por algunos meses el estrés hídrico, pero la microcuenca regresará, como ha ocurrido en los últimos años, a su condición de agotamiento y sequía. El conflicto social por el agua solo se pospondrá para regresar con más vigor durante el 2025 porque para entonces tendremos más huertas y más cultivos de frutillas que demandarán más agua.
En el mes de octubre del año pasado, en el marco de una Mesa de Seguridad Ambiental, realizada en San Pedro, los colectivos ambientales les propusimos a las instituciones presentes, construir y aplicar con urgencia un plan para recuperar los equilibrios ambientales de la microcuenca y lograr la sostenibilidad de los sistemas productivos: aguacate, frutillas, agave, ganadería, maizales y consumo humano. En donde estos últimos componentes deberán ser prioritarios.
La intervención de instituciones federales y estatales, reguladas por un plan que contemple estrategias de participación social, diálogo con productores, coordinación de los gobiernos municipales de Madero, Carácuaro y Nocupétaro, es fundamental para que los pueblos y los productores acuerden normas de convivencia en función de los derechos de todos para el acceso al agua.
Como se propuso en la reunión de acuerdos a finales de abril en Villa Madero, se requiere atender esta honda problemática desde la perspectiva del diálogo, la construcción de acuerdos de paz y la certidumbre para todos quienes dependen de los dones de la microcuenca para poder subsistir y convivir.
No dejemos que la confrontación llegue al punto en que de un lado se pida la desaparición de los sistema productivos, por ecocidas, y del otro se imponga la emigración de los pobladores, por ser ambientalmente inviables, es decir, no se debe caminar hacia el aniquilamiento.
Si no se actúa dentro del marco legal, que es abundante y muy claro, Madero se convertirá en una hoguera de rivalidades por el agua bajo la mirada agónica de una microcuenca que, sin embargo, no ha sido escuchada en su dolencia y que ha estado ahí ofreciendo sus dones mucho antes de que hombre alguno tomara sus frutos para sobrevivir.

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