Crónica de compasión y codicia.

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ABR
13
2025
Julio Santoyo Morelia, Mich.
―Nunca tuvimos necesidad de reclamar nada. De leyes casi nada sabíamos, pero tenerla era un derecho natural, tal vez divino. Estaba ahí, corría limpia, transparente y libre; dábamos gracias a Dios porque no faltara. ¿A quién más tendríamos que agradecer? ¿Quién sabe cuántos años llevaba brotando y corriendo; quién sabe cuántos siglos?
―Ella estaba ahí mucho antes de que nosotros llegáramos, antes de que nadie la nombrara. Estaba ahí para el venado, el puma, el pájaro, la serpiente, el árbol, la tierra y la piedra. Ellos no la nombraban, pero su instinto y su naturaleza la necesitaban como nosotros ahora.
―Primero se la disputamos a esos seres. Como no éramos tantos ella seguía derramando los riachuelos y germinando la vida de cualquier vida que latiera en una semilla. Quienes nos dábamos el tiempo para entender comprendimos que su complicidad con el sol estaba detrás de los majestuosos árboles, detrás de lo que se movía, detrás de lo que reverdecía, detrás de lo que volaba. Y dábamos, desde nuestra espiritualidad, gracias a quien con tanto poder y simplicidad orquestaba tanta generosidad.
―Luego llegaron más y entre esos llegó la codicia. Y esto fue por completo diferente, porque un árbol no codicia, tampoco el animal; solo buscan o se encuentran con ella, y viven o mueren, pero nunca orientan su voluntad para tenerla más allá de lo que necesitan. Al contrario, todos ellos forman una comunidad misteriosa que trabaja para gratificarla; su vida es un eterno ritual cíclico que en su repetir logra que ella renazca, brote y corra.
―Los que se obstinan por el valor vinieron a ponerle precio. Y entonces todo cambio porque el valor nace de la codicia y ésta necesita del poder para cumplirse. Esa mirada lo cambió todo. Se olvidaron y jamás querrán entender que la naturaleza de ella nada tiene que ver con el dinero, tampoco que en él esté el misterio de su autoproducción.
―Por eso la gente del campo y los valles tiene presente la leyenda profética, que siempre se cumple, cuando codicias y peleas el agua, que natural corre, acaba escondiéndose de vergüenza o huyendo para siempre.
―Los que trajeron la codicia primero sepultaron la compasión. Tenía que ser así porque la elección no admite ambas. La compasión, que significa compartir el sufrimiento no va con la codicia que significa deseo por lo material y la riqueza. La compasión se hermana con la vida, con la prudencia, con la generosidad, con el sufrimiento de los otros. La codicia es egoísta, es avara, es brutal, es estéril y no es solidaria.
―Los primeros que llegaron hace siglos a estas montañas traían en su mirada el apego a dioses que gobernaban los elementos naturales y a sus actividades. Miraban la armonía entre unos y otros. Vieron el agua y las montañas con respeto y entendían que de esa armonía dependían ellos. La otra religiosidad, que pronto moldeó la cosmovisión, trajo valores que se mezclaron con la anterior, pero siguió imperando el respeto a los equilibrios, a la armonía.
―Hace tiempo no tuvimos necesidad de reclamar nada. No sé si haya leyes que nos den ese derecho. Pero, tenemos algunos años que ese reclamo nos hierve en el pecho porque ya la tierra está seca, porque no tenemos para tomar. No conocíamos cómo eran estas tierras vistas desde muy arriba, y las hemos visto en un mapa aéreo, ¡por Dios! Tiene tantas hoyas y retranques, tantas huertas que antes eran bosques. Entonces les dije, este es el mapa de la codicia.
― ¡Señor, fueron por el agua! ¡no por algo de agua, fueron por toda! Para ellos cada litro vale dinero, cada kilo de su fruto tiene precio en dólares. Y nos han dicho que el agua es suya porque compraron la tierra en donde nace y aquí estamos rogándoles que al menos nos den para beber.
―Eso no pasaba nunca, todos teníamos compasión de los demás. No sabemos de leyes, pero la compasión era nuestra ley; no sabemos de ciencia, pero el respeto por el quehacer de los bosques y la lluvia siempre nos orientó para evitar la sequía.
―Hay gente que tiene mucho dinero por llevarse el agua y quitar los bosques. Es gente despiadada que prefieren ver secarse a una persona antes que a una planta de su fruto.
―La idolatría de la riqueza material, la que Jesús cuestiona en el Nuevo Testamento en la persona de Mammón, esa que se impone por encima de la solidaridad, la compasión y la generosidad, ya está reinando en esta tierra. Ese mapa, sin hablar más, lo dice todo.
―La victoria de la codicia es innegable. La compasión ha sido quebrada y eso es muy lamentable. Las leyes y las instituciones son las que se quebraron primero, y eso comenzó a ocurrir desde hace muchos años.
―Hablar de las malas consecuencias siempre se hará en nombre de la derrota. Porque para la codicia victoriosa la única consecuencia es el progreso y la riqueza. Desde el poder la ruina de los compasivos siempre será un costo menor y la armonía de la naturaleza siempre tendrá una solución con palabras que escondan la verdad.
―La verdad acá en la sierra, es otra: quién siembra vientos recoge tempestades y quien siembra tempestades recogerá la ruina total. Ese camino es el que recorremos a ciegas y sin compasión.

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