"El trabajo de ser más: hacer ciudadanía y política desde lo personal"

"El trabajo de ser más: hacer ciudadanía y política desde lo personal"
MAS DE GENERAL

Inteligencia artificial, el futuro ya nos alcanzó

La firmeza que sostiene la democracia

Omisiones legislativas.

Simonía, cuando lo sabrago se volvió negocio.

Repetimos nuestros errores.
  
JUN
09
2025
Alejandro González Cussi Morelia, Mich. En tiempos en los que la política privilegia su medición por encuestas, redes sociales y cifras de aprobación, corremos el riesgo de olvidar lo esencial: que no hay logros colectivos sin trabajo personal. Las comunidades no se construyen desde las estructuras, sino desde las personas. Y el trabajo político, el que realmente transforma, comienza cuando cada ciudadano decide aportar, crecer, participar… cambiar.

Hoy, más que nunca, el parámetro clave para entender la ciudadanía no es la norma ni el voto, sino la cultura. Cultura entendida como ese entramado de significados, de hábitos, de formas de convivir que hacen que una comunidad funcione o fracase. Una cultura que habilita —o impide— el libre protagonismo cívico, es decir, la capacidad de cada persona para influir, participar, decidir y construir comunidad.

La política, cuando se hace de abajo hacia arriba, no se impone, se teje. Y se teje en lo cotidiano, en los vínculos, en las redes de solidaridad interpersonal que hacen posible la cercanía humana en una sociedad plural. Redes que no responden ni al egoísmo del individualismo ni al control del oficialismo, sino a una nueva forma de entender lo público: desde el cuidado mutuo, el servicio libremente asumido.

En este marco, el trabajo ya no puede verse como un simple medio para el sustento o la movilidad social. El trabajo se constituye como la expresión de nuestra aportación personal al bien común. Es la forma en la que cada uno decide vencer el conformismo, aportar inteligencia, dejar huella. No se trata de hacer más trabajo, sino de hacer un mejor trabajo: más significativo, más útil, más conectado con las necesidades reales de nuestra comunidad.

Esta visión implica también una nueva ética del bienestar. No basta con ofrecer políticas de wellfare que resuelvan lo urgente; necesitamos una auténtica cultura de well-being, donde estar bien no signifique solo "tener", sino ser: estar presente, cuidar, construir. Humanizar el bienestar es permitir que cada persona pueda vivir con sentido y pertenecer a una comunidad con vínculos reales.

No hay transformación si no se activa el trabajo silencioso de cientos de personas que eligen servir desde su espacio: una madre que participa en el comité vecinal, un joven que lidera una brigada de arte urbano, un policía que decide ser un puente y no una barrera.

Lo que está en juego hoy no es solo cuántas obras se entregan ni cuántos eventos se organizan. Lo que verdaderamente cuenta es qué tan bueno es el trabajo que hacemos, es decir, cuánto aporta a la comunidad, cuántos vínculos genera, cuánta pasión y aventuras colectivas impulsa.

La política necesita menos espectáculo y más profundidad. Más ciudadanos que se atrevan a ser más. Más trabajo que no solo administre, sino que inspire. Porque cuando cada quien hace lo suyo con convicción, el efecto político es transformador. Y eso, al final, es lo que define el destino de una comunidad: la calidad del trabajo que hacemos para los demás.

INICIO || CONTACTO
IMARMX .::. by Libre Venta .::. México