| SEP 222025 Pueden los hechos sin más estar ahí como evidencia de una realidad de la que brotan constantes crisis, el mundo puede estar cayéndose a pedazos, pero las relaciones de poder tienen una virtud, la de edulcorar los sentidos y anestesiar las facultades críticas del ciudadano. El credo indica no ver, no sentir, no cuestionar. Sin embargo, debe haber una ventaja, una prerrogativa, por pequeña que sea, que amalgame el deseo de la persona para ver color verde lo que es blanco. Puede ser una dádiva económica, la aceptación en la tribu, la identificación de un enemigo común, la identidad con los símbolos del poder, una creencia semi religiosa en el mesianismo de un líder, hasta el permiso para ser y vivir. Afirmaba Erich Fromm que "el miedo a la libertad lleva al hombre a ceder su autonomía y al cederla también entrega su capacidad crítica y cuando millones de personas hacen eso nace la estupidez colectiva." El viraje tan radical que venimos apreciando en el mundo contemporáneo en donde naciones antes cercanas a los valores de libertad y democracia que se construían, mal que bien, en la ruta del cuestionamiento al poder, estén avanzando hacia regímenes más cerrados y autoritarios, ilustra ese camino de retorno al pasado en donde los totalitarismos de las sociedades cerradas resurgen con singular vigor. La crítica que en la cuarta década del siglo XX hizo Erich Fromm a los mecanismos de sometimiento de los regímenes autócratas y totalitarios como el de la Alemania nazi, la Italia de Mussolini, el franquismo español y el estalinismo ruso, no alcanzó a prever un punto crucial: que ese mundo podría retornar una y otra vez. Quien sí lo hizo fue Nietzche y Walter Benjamin, este último perseguido por el nacismo y muerto por mano propia antes que caer en las manos de sus verdugos, nos legó sus Tesis sobre el concepto de la historia, en las que en su tesis 9 da su visión del progreso. "Hay un cuadro de Klee que se llama Angelus Novus. En él se representa a un ángel que parece como si estuviese a punto de alejarse de algo que le tiene pasmado. Sus ojos están desmesuradamente abiertos, la boca abierta y extendidas las alas. Y este deberá ser el aspecto del ángel de la historia. Ha vuelto el rostro hacia el pasado. Donde a nosotros se nos manifiesta una cadena de datos, él ve una catástrofe única que amontona incansablemente ruina sobre ruina, arrojándolas a sus pies. Bien quisiera él detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo despedazado. Pero desde el paraíso sopla un huracán que se ha enredado en sus alas y que es tan fuerte que el ángel ya no puede cerrarlas. Este huracán le empuja irreteniblemente hacia el futuro, al cual da la espalda, mientras que los montones de ruinas crecen ante él hasta el cielo. Ese huracán es lo que nosotros llamamos progreso." El retorno a la sociedad cerrada, el esfuerzo delirante de las élites gobernantes para fomentar el miedo a la libertad, la subordinación por esta vía de las sociedades a cambio de mendrugos, el estímulo del odio, el retorno a los nacionalismos y a los populismos es la versión moderna del progreso de la historia, o sea, es la acumulación de más tragedias. A los ojos de la sociedad moderna se les han colocado las gafas que al poder satisfacen para que la realidad sea mirada en pro de su interés sin que las sociedades alcancen a mirar el abismo que sus pies ya están tocando. En el plano mundial donde hay guerra hay paz, donde hay racismo hay defensa de la patria, ahí donde hay abuso económico hay justicia y equilibrio. En el plano nacional, ahí donde hay muertos hay olvido, ahí donde hay desaparecidos hay olvido, ahí donde hay crisis ambiental hay un paraíso, ahí donde hay corrupción hay difamación, ahí donde hay ineptitud hay honestidad, ahí donde hay destrucción de instituciones hay transformación. El mundo ha oscilado como el péndulo de un reloj, ha ido de las derechas a las izquierdas, va de extremo a extremo: de las sociedades cerradas a las sociedades abiertas. ¿Hacia dónde va el péndulo ahora? Una sociedad cerrada puede ser de derechas o de izquierdas y lo mismo ocurre con la sociedad abierta. Las ideologías siempre terminan ajustándose al poder, y este puede tener la cara que le sea más propicia. El ejemplo mexicano es de un didactismo excepcional. Los modelos políticos que justifican unas y otras suponen vías muy distintas para la construcción (percepción) de la realidad. Los costos de la sociedad cerrada siempre serán más dañinos a la hora de evaluar las posibilidades de la libertad; siempre buscarán el autoritarismo y la autocracia. La sociedad abierta supone mayor libertad y los caminos de la democracia son claramente transitables. Ambos, sin embargo, pueden ser tan eficaces como ineficaces dependiendo del talento de los detentadores del poder. El diagnóstico alterado de la realidad empuja a las sociedades al conflicto y a la destrucción, ese es el camino que estamos siguiendo. Sobre falsedades no se pueden generar políticas eficaces solo oleadas de retórica que dejan intocadas las causas que generan los problemas de una nación. La cuestión de fondo siempre será poder ver con los ojos propios a pesar del dolor de la verdad y de la angustia por la libertad. Concederle al poder la facultad exclusiva de construir la realidad es claudicar a la libertad y es una trampa que se paga a un alto costo; es renunciar a identificar la dura y cruda realidad para encontrar las mejores soluciones. |