| DIC 092013 Cuenta la historia oficial mexicana que, cansados de la perpetuidad del gobierno de Porfirio Díaz (entre otras cosas), el país se levantó en armas y nació la Revolución Mexicana. De ese levantamiento, por supuesto, tendría que surgir un mecanismo que impidiera que la historia se repitiera, entonces el constituyente decidió incluir el lema de Franciso I Madero en la máxima legislación del país. El artículo 83 de la Constitución Mexicana habla de que el Presidente de la República no podrá volver a ocupar ese cargo de manera inmediata y no inmediata. Mientras que los artículos 59, 115 y 116 señalan que tanto diputados federales, senadores, diputados locales y alcaldes no podrán reelegirse para el periodo inmediato, lo que, siendo francos ha permitido que muchos legisladores federales vayan de la Cámara de Diputados al Senado y viceversa por hasta 30 años (pregúntese cuanto tiempo tiene Romero Deschamps, Manlio Fabio Beltrones y otros muchos personajes). Sin embargo, con el más que endeble y absurdo argumento ahora quieren legitimar ese enquistamiento a través de una reforma constitucional que, según han dicho, respalda "más que nunca" la voluntad del pueblo pues "con la reelección, se premia a los legisladores y alcaldes que sí trabajan". Lo cierto es que para ser reelectos no se necesita más que volver a proponerse porque a falta de candidatos, el pueblo vota por los que están y ahí tenemos el reciclaje de candidatos de toda la vida, claro, siempre respetando las leyes y brincando de un puesto a otro. Sin embargo, si lo que los legisladores federales querían era "brindar al pueblo una mayor representatividad y continuidad en los trabajos" (¿?) la figura correcta no era la reelección sino la revocación de mandato. ¿Verdad que no suena igual de bonito? Si en México transitáramos, como dicen los que defienden la idea, hacia una verdadera modernidad democrática, los ciudadanos tendríamos el poder de decidir el cese inmediato de un representante cuando sus decisiones no sean consensuadas con el distrito al que representa y cuando, lógicamente, atente contra los intereses de sus representados. Si fuera cierta ese avance en materia de democracia los ciudadanos tendríamos a la mano los mecanismos para cuestionar y revocar, sin duda, las malas decisiones de nuestros gobernantes. Para eso, falta mucha madurez política y ciudadana porque algo hay de cierto cuando dicen que cada pueblo tiene el gobierno que se merece, que tolera. |